«I’m still here»: más allá de la gamberrada ‘artie’

Durante aproximadamente un año, Joaquin Phoenix se apartó de la escena interpretativa para sumergirse en una nueva vocación, la de cantante y compositor de hip-hop. Tanto en sus apariciones públicas como en algunos círculos privados, Phoenix sostuvo dicha voluntad de autoreinventarse. Y durante ese tiempo, Casey Affleck le siguió con una cámara para dar testimonio de su transición. Sin embargo, pronto saltarían los rumores de que todo era un farsa urdida por ambos para poder arremeter contra el mundillo de Hollywood.

jpDe hecho, I’m still here, en la línea de la mayoría de películas que emplean la técnica del falso documental, se constituye en una mezcolanza con visos experimentales de realidad y ficción, verosimilitud e incongruencia, pergeñada, sobre todo, con la voluntad de destapar las miserias del show business americano. Con un Joaquin Phoenix soberbio, permanentemente encarnando su papel, caracterizado con una espesa barba, un aspecto desaliñado y unas grandes gafas de sol, protagonista y director hacen cuantos esfuerzos están a su alcance para engañar al respetable y hacer creíble lo increíble (cual alumnos novatos de Werner Herzog).

05Cabe preguntarse si Affleck y Phoenix sabían dónde se metían; porque no se le puede tomar el pelo a los mass media, a los productores musicales y cinematográficos y al resto de famosetes y salir de rositas. La polémica voluntariamente buscada de la pieza ha sido una arma de doble filo; le ha dado publicidad gratuita pero ha ensombrecido las virtudes de la cinta, más interesante de lo que podría parecer a primera vista si sólo se tiene en cuenta su condición de gamberrada artie.

Picture-7En este sentido, la lúcida reflexión sobre la crisis de un artista ante la mirada ignorante del público y el escepticismo de sus colegas resulta lo más estimulante de la obra. De ahí su título, que retrotrae a la magnífica I’m not there de Todd Haynes y ésta, a su vez, a uno de los más famosos impasses creativos del mundo del espectáculo: el vivido por Bob Dylan de 1964 hasta 1966. En realidad, el camino descrito por Joaquin Phoenix es similar al del compositor de Duluth; a pesar de su fama de izquierdista (en tanto vegano, defensor de los animales y el medio ambiente y activista de Amnistía Internacional), de un físico cuanto menos diferente y de un carácter temperamental, Phoenix ha conseguido encajar en el sistema de estudios de la industria hollywoodiana. Y es justamente tras dos nominaciones a los Oscar cuando el actor decide cambiar de rumbo. A partir de aquí, se despliega ante el espectador un mundo marcado por el egoísmo, la avaricia, la egolatría y la incomprensión, donde la actitud anticonvencional de Phoenix es recibida con burlas, desconcierto y/o enojo entre sus amigos, conocidos y colegas, y casi le hace blanco de linchamiento por parte de periodistas, críticos y público en general. Y es que nadie parece capaz de entender que Phoenix decida dar la espalda a la fama y al éxito, una renuncia que seguramente es el “pecado” más grave que puede cometer un buen americano.

phoenix3Y es precisamente en su deseo de sacudir la mojigata moralidad americana donde el filme demuestra sus carencias, la inexperiencia de su realizador. De esta forma, el montaje sacrifica el ritmo y la coherencia general del relato en pos de los momentos epatantes, y se recrea cansinamente en aquellas conductas que resultan escandalosas para muchos estadounidenses (v. gr. las escenas de un Phoenix entregado a las drogas, al sexo y a una relación casi sadomasoquista con su supuestoasistente personal, donde ciertas partes de las anatomías de ambos aparecen reiteradamente en escena, y que culminará con una coda escatológica bastante pueril).

im-still-here-20101124005535234-3358196Aunque sea imposible discernir si lo que se relata ante nuestros ojos es verdadero o fruto de actuaciones previamente acordadas, en cualquier caso todos los personajes se mueven en una realidad tan falsamente glamourosa como mezquina, cerril y envidiosa. El aislamiento al que va viéndose abocado Phoenix hace que, paulatinamente, la cinta se deslice desde un tono ligero, casi cómico, hasta una marcada tristeza, y que se cierre con un final verdaderamente melancólico. Así que, pese a un saldo irregular, el visionado de I’m sitll here es recomendable, ni que sea por su certera y punzante reflexión sobre la mercantilización del arte y la soledad del artista.

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