«Coriolanus»: la historia siempre se repite

Con notable retraso se estrena en nuestras pantallas el debut del actor británico Ralph Fiennes tras las cámaras: la adaptación de una de las tragedias shakesperianas menos populares, Coriolano. De hecho, Fiennes cuenta con el honor de tener a su cargo la primera versión cinematográfica de la pieza, un hecho que, en sí mismo, ya hace interesante la propuesta.

Coriolanus 1

Pero es que, en realidad, no acaban aquí los méritos de esta cinta. Para empezar, demostrando una inteligencia y humildad dignas de encomio (y esto segundo es algo muy raro en la feria de vanidades del show business), Fiennes ha sabido rodearse de dos pesos pesados del guión y la fotografía para estructurar y cimentar el filme, y suplir así las posibles carencias propiciadas por su inexperiencia: me refiero a John Logan, responsable de libretos como el de Gladiator (Ridley Scott, 2000), El aviador (Martin Scorsese, 2004) o Skyfall (Sam Mendes, 2012), y, sobre todo, a Barry Ackroyd, cuyo sello es indisociable de un tipo de cine caracterizado por la búsqueda a ultranza de una máxima ilusión de realidad, de ahí que haya firmado títulos como Tierra y libertad (Ken Loach, 1995), United 93 (Paul Greengrass, 2006) o En tierra hostil (Kathryn Bigelow, 2008). Precisamente esta última película, en la que Fiennes hacía una breve aparición en tanto amigo personal de la directora, es sin duda la fuente de inspiración del realizador novel de cara a llevar a cabo una puesta al día de un texto en el que la guerra tiene una destacada presencia.

Coriolanus 2

Porque ahí radica otra de las bazas de Coriolanus, y es su capacidad de hacer una aguda actualización de una obra con más de 400 años de antigüedad. Aunque en general no suelo ser muy afecta a las adaptaciones contemporáneas de los clásicos, pues a menudo propician piezas que caen en el ridículo a base de buscar la originalidad o de creer, ingenuamente, que el verso y el lenguaje arcaico son más digeribles para el espectador medio si los personajes llevan tejanos y no calzas, evidentemente no se puede generalizar, y Coriolanus es una de esas excepciones positivas. Con lucidez, Fiennes recalca el componente de intriga política que tiene la creación de Shakespeare, sobre todo en lo que atañe a la manipulación de las masas por parte de quienes deberían velar por el bien común del pueblo y que, en cambio, solo actúan con el objetivo de obtener réditos exclusivamente personales: toda una denuncia de la decadencia de las democracias occidentales que la crisis económica actual ha puesto tan dramáticamente de manifiesto, ese imperio de la demagogia del que ya advirtieran Platón y Aristóteles. En este sentido, la opción de poner en boca de noticiarios televisivos la información fuera de escena que en la tragedia original proporcionaban los personajes secundarios me parece, sencillamente, genial.

Coriolanus 3

Y hablando de personajes: sin duda, otro de los atractivos del filme atañe al apartado actoral, dado que todo el elenco está magnífico. Más allá de las capacidades interpretativas de los artistas (y, teniendo en cuenta los nombres que encabezan el casting, no hace falta incidir sobre ellas), en ello vuelve a verse el buen hacer de su máximo responsable, que da espacio a todos y cada uno de sus compañeros de reparto, da igual lo exiguo que sea su papel (véase el rol de Jessica Chastain), sin hacer de la pieza –afortunadamente– un canto onanista a sí mismo. Por mucho que el protagonismo recaiga sobre sus espaldas, en los momentos más intensos de la cinta es el actor que le da réplica, y no Fiennes, quien termina por brillar con luz propia; a este respecto pienso, por ejemplo, en tres escenas de reencuentro: el que se produce entre Coriolano (Fiennes) y Aufidio (Gerard Butler); el que se produce entre Coriolano y Menenio (Brian Cox), y, finalmente, la escena culmen del relato, la reunión entre Coriolano y su madre, Volumnia (una enorme Vanessa Redgrave).

Coriolanus 4

Enumeradas, pues, las virtudes de esta película, justo es decir que no es una obra redonda y que evidencia defectos prototípicos de las operas primas que redundan en contra de la calidad global del conjunto, como un marcado desequilibrio rítmico entre las distintas partes de la narración, causado por la delectación en su elemento bélico al principio de la cinta –se diría que en pos de una cierta espectacularidad– y, en cambio, la precipitación en momentos de mayor calado emocional y argumental. También hay un abuso de ciertos recursos visuales comunes en el cine más verista, léase la cámara al hombro, los primerísimos planos, el montaje corto y precipitado o los encuadres descentrados, por citar algunos de los más evidentes.

Coriolanus 5

En cualquier caso, Coriolanus es un filme que, como no podía ser de otra forma en tanto solvente adaptación de Shakespeare, trata con sutileza y potencia algunos de los grandes temas de la psicología humana: la traición, la envidia, el orgullo, el arrepentimiento, la mentira, el honor, la adulación, la rabia, la soledad… En definitiva, una agradable sorpresa.

Artículo originalmente publicado en ‘Koult’ (28/01/2013)

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  1. Cristina

    El nombre (apodo, en realidad, de Cayo Marcio, vencedor de Corioles ante los volscos) es Coriolanus -no Corolianus; y tampoco es la primera versión de la tragedia de Shakespeare -quien se inspiró en Plutarco- para el cine, ya que en 1979, Wilford Leach dirigió una producción independiente norteamericana de igual título sobre la tragedia de Shakespeare.

    • Muchísimas gracias, Cristina, por haber detectado la errata. Ya la he corregido.
      Por otro lado, conocía la existencia de una versión filmada de la pieza a cargo de Leach, así como la de un telefilme dirigido por Peter Dews, pero ninguna de las dos me pareció que se ajustaba a una adaptación para la gran pantalla «stricto sensu». En cualquier caso, te agradezco que me hayas leído y que enriquezcas mi texto con la aportación de nuevos datos. Recibe un cordial saludo.

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