«American Noir», antología a cargo de James Ellroy y Otto Penzler

American Noir compendia un conjunto de cuentos firmados por la flor y nata de los escritores americanos adscritos a la denominada “narrativa negra”, género muy popular a lo largo del siglo XX, y cuyo interés no parece haber decaído en lo que llevamos del XXI, al contrario: continuamente vemos que en su versión impresa, y también filmada, sigue despertando pasiones entre los aficionados a la ficción. ¿Qué suelen ser, sino, los bestsellers? ¿O cuántas series de televisión del ámbito del thriller se emiten al año?

The Best American Noir of the Century

Ya en el prólogo, uno de sus compiladores, Otto Penzler ‒editor especializado en literatura de este tipo‒, advierte que el volumen “está dedicado a la narrativa breve de género negro del siglo pasado, pero resulta imposible divorciar el género literario por completo de su contrapartida fílmica.” Sin embargo, si bien el “cine negro difumina la distinción entre el detective privado hard-boiled y las historias de género estrictamente negro”, no es difícil rastrear sus diferencias temáticas, pues “el detective privado a la americana conserva su sentido del honor frente a toda la adversidad y duplicidad a que se enfrenta”, mientras que las verdaderas piezas noir “son historias existenciales, pesimistas, sobre gente con graves carencias, gente moralmente cuestionable, incluidos (especialmente) sus protagonistas. El tono suele ser árido y nihilista, con personajes que […] caen en una espiral descendente”.

Ulf Andersen Archive - Dennis Lehane

Los diez relatos seleccionados, en este sentido, son una muestra paradigmática de dicho universo opresivo y desesperanzado, gobernado por el egoísmo y la estupidez, y situado en unas coordenadas de sordidez y miseria espirituales que tanto pueden encontrarse en grandes metrópolis ‒Los Angeles, Nueva York…‒ como en pequeños pueblos diseminados a lo largo de la geografía de Estados Unidos (desde el profundo sur hasta Nueva Inglaterra). Pobres y ricos, mujeres y hombres, negros y blancos, criminales y policías… Nadie está libre de culpa ni de sospecha.

Pulp Literature by Jim Thompson

Los escritos se recopilan por orden cronológico, y al principio de cada uno de ellos hay una breve biografía de su autor, en la que además las piezas recopiladas son contextualizadas dentro de su trayectoria literaria. Abre la antología “Pastoral” (1928), de James M. Cain, que destaca, de una parte, por el carácter recurrente, fundacional si se quiere, de su anécdota ‒una mujer adúltera planea matar a su marido con ayuda de su amante‒, y, por otra, por sus levísimos toques de humor negro, gracias al personaje de su protagonista, Burbie. Le siguen “¡Muere”!, dijo la dama” (1953) de Mickey Spillane, que cuenta con la particularidad de no contener en él ningún crimen ‒al menos, ningún crimen tipificado por la ley‒, y el espléndido “Un profesional” (1953) de David Goodis, donde el fatalismo propio de su pluma eclosiona en toda su intensidad en la figura de un ascensorista-asesino atrapado en su papel de hombre sin corazón y sin conciencia (“La asociación [la mafia] era un ascensor del que nunca podría escapar. Bajaba en un descenso continuo y no había ninguna parada hasta el final. No había manera de salir de allí”).

"Noir Window" de Sara Le Feber

«Noir Window» de Sara Le Feber

Estos tres relatos iniciales, a pesar de sus diferencias, conforman el marco de referencia del universo noir: el deseo sexual como fuente del mal, las personas normales cometiendo actos atroces si se les ofrece el estímulo adecuado y la dureza de la vida en el submundo de los bajos fondos. Con “Para siempre jamás” (1960), la siguiente pieza recopilada, obra de Jim Thompson, se introduce un nuevo elemento en este paisaje, de corte fantástico, lo que dota a este texto de una comicidad macabra (imposible no pensar aquí en la narrativa de Roald Dahl). Pero si existe un cuento en esta antología que linda con lo paranormal es “Lenta, lentamente al viento” (1979) de Patricia Highsmith, donde la simbología siniestra asociada a la figura del espantapájaros adquiere aquí toda una nueva dimensión, sutilmente perversa.

Patricia Highsmith

De hecho, este cuento es el punto de inflexión que marca los derroteros actuales del noir, y que son ilustrados por los cinco siguientes relatos recopilados. Para empezar, contamos con el componente metarreferencial y autoconsciente ‒y, por ello, muy posmoderno‒ de “Desde que no te tengo” (1988) de James Ellroy (por cierto, el otro responsable de este volumen); luego le sigue “Infiel” (1997) de Joyce Carol Oates, una excelente muestra tanto del uso del multiperspectivismo como del empleo de “lo negro” con fines inusuales, leáse una crítica al papel de la mujer dentro de la machista sociedad norteamericana de mediados de siglo. A continuación viene “Como un hueso en la garganta” (1998) de Lawrence Block, que va progresiva, e inmisericordemente, subvirtiendo los roles de víctima y verdugo hasta el extremo de no dejar siquiera que el castigo moral estipulado por la tradición genérica produzca catarsis alguna en el lector. Tampoco muchos resquicios luminosos ofrece “Quedarse sin perros” (1999), de Dennis Lehane, quien expone y desmonta muchas de las falsedades de la moral establecida y recuerda que lo que denominados “mal” es, a menudo, una mera cuestión de perspectiva (“A veces había que preguntarse por qué nacía cierta gente. Había que preguntarse qué clase de criatura lanzaba cuerpos al mundo y luego esperaba que se valieran por sí mismos cuando no les concedía ni las herramientas ni la capacidad de conseguirlas.”). De ahí la fuerza alegórica de los perros que deambulan por ese pueblo sureño en el que transcurre la acción. Finalmente, “Cuando las mujeres salen a bailar” (2002) de Elmore Leonard es una retorcida e irónica reformulación de la fábula de la cigarra y la hormiga.

New York Street Getty Images

Por otra parte, la unicidad temática y formal de cada uno de los cuentos, donde hallamos unas diferencias tan marcadas como las que median de lo trágico (“Un profesional”) a lo esperpéntico (“Pastoral”), de lo crudamente realista (“Quedarse sin perros”) a lo fantasmagórico (“Lenta, lentamente al viento”), de lo cotidiano (“Infiel”) a lo extremo (“Como un hueso en la garganta”), no es óbice para que todos ellos presenten unos rasgos estilísticos recurrentes dentro de este tipo de narrativa, basada en una concisión expositiva, gran abundancia de diálogos, ritmo ligero, giros sorpresivos y/o bruscos y gusto por el detalle significativo; unas técnicas de origen cinematográfico traspasadas al ámbito literario. No es difícil, por tanto, rastrear en estas páginas recursos con paralelismos fílmicos, esto es, zooms, montajes alternos o flashbacks.

James Ellroy

Todo ello da lugar a una prosa seca y desnuda, que alterna las descripciones más conductistas que pensar cupiera (p. ej. “La punta de la lengua se asomó lo justo para humedecer el centro del labio inferior”) con inmersiones psicológicas y apreciaciones subjetivas, generalmente en estilo indirecto libre (p. ej. “la diferencia entre una condena de por vida y la pena de muerte era… Bueno, la misma que entre la vida y la muerte”), aunque también aparezca esporádicamente la primera persona (como en “¡Muere!, dijo la dama” o, especialmente, “Desde que no te tengo”). Asimismo, es común el uso de vigorosas pinceladas impresionistas que construyen toda la atmósfera de la historia, sobre decir que generalmente enfermiza y/o asfixiante (p. ej. “Y con aquellos pasos rápidos suyos que hacían vibrar toda la casa, clavando los talones tras ella, bajando la escalera desde arriba, un hombre cuyo rostro no alcanzó a ver. Feroz, cegador. Dios ardiendo en su maleza”).

Noir City

Según lo expuesto, American Noir es un libro imprescindible para los amantes de la narrativa negra, pero también para quienes decidan aproximarse a ella por primera vez. Porque no solamente recopila unos relatos de indiscutible calidad, sino que además pertenecen a escritores de sobrado reconocimiento, incluso juzgándoles fuera del ámbito estrictamente noir. Ello explica que las diez piezas compiladas presenten una serie de constantes indisociables del género, pero que a la vez cuenten con una enriquecedora variedad de temas, enfoques e intenciones. De ahí que pueda decirse que este volumen ejemplifica y resume lo que de fascinante y particular tiene una clase de literatura que hace de su laconismo y amenidad sus grandes bazas, tal vez para compensar al lector por su visión nada halagüeña del ser humano.

"Film Noir" (Mik Milman)

«Film Noir» de Mik Milman

No quiero terminar mi análisis sin mencionar el gran trabajo de la empresa editora Navona, la encargada de publicar American Noir en castellano. Con una excelente traducción de Enrique de Hériz, la obra se integra dentro de la colección “Navona Negra”, cuyo nombre viene tanto de su contenido ‒novelas policíacas, de misterio, etc.‒ como de su continente, al tratarse indefectiblemente de libros de portada rigurosamente negra, solamente rota por las inclinadas letras blancas de los títulos ‒semejantes a un rótulo de neón‒ y por el rojo de los nombres de los autores correspondientes. Sin duda, se trata de un diseño cuya efectividad radica, precisamente, en su minimalismo, pues recuerda gráficamente al lector qué tipo de ejemplar está adquiriendo: una obra “negra” (negrísima) en todos los sentidos.

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