El sexto corte del álbum de debut de The Shins, “New Slang”, que fue además su primer single, encarna paradigmáticamente la fuerza emotiva, directa y llana, que caracteriza la mejor música pop. Y es que resulta ya una obviedad señalar que aquello que distingue y, por tanto, da valor a este tipo de composiciones es precisamente su simplicidad.
En este caso concreto, el tema se articula sobre unos compases muy sencillos que mutan suave y elegantemente en un estribillo; una estructura que se repite tres veces, la última de ellas introducida por una pequeña variación en forma de solo de pedal steel, que asimismo aparece de nuevo al final de la pieza. Se trata, por tanto, de un desarrollo absolutamente convencional en su género, el folk-rock, de forma que la popularidad de que gozó esta canción entre ciertos sectores tal vez se explique más por cuestiones extrínsecas –por ejemplo, el haber aparecido de forma explícita en la película Algo en común (2004) de Zach Braff–, que por la calidad y la sensibilidad de la misma.
Sin embargo, “New Slang” destaca entre otras creaciones musicales parecidas por el tono intensamente lírico y melancólico que impregna cada una de sus notas, merced a una sutil base rítmica –basada en el delicado y lento punteo de una pandereta y en el bombo de la batería, sobre la cual se asienta el dulce rasgueo de las guitarras en un tempo medio– y la voz del compositor James Mercer, que interpreta con un acento intimista y agudo, casi susurrando, además de unos coros que ululan, como una intensa brisa que arrasa con todo, al principio y al final del tema.
Si a ello le añadimos la evocadora letra, muy efectiva en cuanto a transmitir un estado anímico de pérdida y fracaso a pesar del cripticismo e, incluso, de la violencia de algunas de sus imágenes, “New Slang” se convierte en un canto impregnado de nostalgia sobre las oportunidades perdidas, la inocencia truncada, las ilusiones convertidas en temores, la soledad. Como reza el estribillo: “And if you’d ‘a took to me like A gull takes to the wind./ Well, I’d ‘a jumped from my tree/ And I’d a danced like the king of the eyesores/ And the rest of our lives would ‘a fared well. (Y si te hubieras entregado a mí, como una gaviota se entrega al viento./ Pues habría saltado de mi árbol/ y habría bailado como el rey de los locos/ y el resto de nuestra vida nos habría ido bien.).”
En realidad, la “nueva jerga” a la que alude el título no es más que ese ininteligible lenguaje de los adultos, perdidos en nimiedades y convencionalismos, víctimas de una cotidianidad que les hará comprender la plenitud que perdieron solo cuando ya sean “old and bony” (“viejos y huesudos”). Estamos, por tanto, ante un pequeño poema de corte existencialista en forma de balada de cuatro minutos, cuya sobriedad atempera la raíz pesimista del discurso y dota a la pieza de un pathos contenido y de una serena belleza. Un ejemplo, pues, de como conmover desde la simplicidad, la elegancia y la mesura.