«Ningún hombre, por sí mismo, es una isla completa».
John Donne
Creo en una isla donde la gente lea y escriba, componga y pinte, baile y ría.
Creo en una isla donde no haya «ellos» ni «nosotros», donde nadie se convierta en el Otro por su pigmentación u órganos reproductores, por los colores de un trozo de tela o un ser omnipotente de fantasía.
Creo en una isla donde cada uno sea juzgado por sus actos y opiniones, no por dogmas, delirios o abstracciones.
Creo en una isla donde nadie ambicione poder, dinero, cosas transitorias ni banales.
Creo en una isla donde los seres humanos nos sentemos a hablar y perdonemos. Donde podamos madurar.
Creo en una isla donde solo exista una cosa sagrada: la vida; la mía, la tuya, la suya, la de la hierba y el río, la del pájaro y el pino.
Creo en esa isla porque, cada día, la construyo junto con mi amado, con mis seres queridos, con todos aquellos a los que respeto y admiro.
Y creo que cualquiera que abra los ojos puede encontrarla. No tiene muros, puertas cerradas o vallas.
Elisenda, de tus palabras me nacen imágenes que configuran el germen de un relato que no sé si escribiré. Tal vez no, pero gracias por la sugerencia y, sobre todo, por recordarnos que esa isla existe. Un abrazo. No, ¡dos abrazos!
Gracias por lo que me comentas y ojalá salga finalmente adelante ese relato. Me encantaría leerlo. Besos.