«Slow West» de John Mclean

El debut en el largometraje del ex teclista de The Beta Band, John Maclean, no podría haber sido más afortunado, al guionizar y dirigir un ingenioso western posmoderno que, como evidencia desde su mismo título (algo así como “un oeste lento”), está impregnado de un humorismo negro y sutil, paradójicamente empleado para potenciar la honda sensibilidad de su mensaje de fondo, esto es, el poder imbatible del amor. Convertido este a lo largo del metraje, de hecho, en la fuerza de la naturaleza por excelencia, no es de extrañar que se encuentre explícitamente aliado al darwinismo de las especies que rige el mundo; una afirmación que tal vez sorprenda al lector, teniendo en cuenta que se suele asociar la famosa teoría del científico inglés a una visión nihilista de la existencia, donde el débil perece sistemáticamente a manos del fuerte. ¿Pero quién es en verdad el fuerte y quién, el débil? ¿Y es la muerte la verdadera tragedia? ¿O lo es vivir sin amar?

Slow West 1 Kodi Smit-McPhee

Con un pulso sereno y firme, Maclean despliega una mirada alegórica, casi mágica, sobre un universo muy bien codificado por la tradición cinematográfica estadounidense. De ahí que, si bien la película se encuentre plagada de asesinatos, robos, mentiras y extorsiones, y que sea en apariencia el típico relato realista de aprendizaje desde la ingenuidad hasta la decepción, encarnado en su joven protagonista, Jay Kavendish (Kodi Smit-McPhee), sin embargo la pieza trastoca progresivamente, con mucha elegancia, todos los apriorismos de la audiencia.

Slow West Landscape Paisaje

Gracias a ello, Slow West, aunque se apropie de muchas constantes del universo fílmico sobre el Salvaje Oeste –no es difícil rastrear en ella, por ejemplo, ecos de Raíces profundas (1953) de George Stevens o de El tren de las tres y diez (1957) de Delmer Daves–, lo cierto es que las emplea recalcando el carácter ficcional, mitológico, de las mismas.

Slow West 2 Ben Mendelsohn

No en vano, el filme se inicia con la voz en off del forajido Silas (un siempre impecable Michael Fassbender) diciendo “Érase una vez…” sobre un plano en negro. De esta forma, pronto se sitúa al espectador en un espacio fabulesco, lo que es reafirmado por la primera imagen de la cinta: un firmamento lleno de estrellas. Este aire de extraña irrealidad se incrementa gracias a la vistosa fotografía de Robbie Ryan (colaborador habitual de Andrea Arnold) y a la música de Jed Kurzel, como bien sintetiza la bella escena de cierre de la obra. Y que los paisajes que veamos no sean los de Norteamérica, sino los de Nueva Zelanda y Escocia –donde efectivamente se rodaron las localizaciones–, incrementa todavía más esa sensación de visionar algo que es simultáneamente viejo y nuevo.

Slow West 5 Caren Pistorius

Sea como fuere, y dada la soterrada comicidad que destila la pieza, algunas líneas de diálogo inciden en un juguetón guiño metalingüístico con el espectador que ya evidencia su condición de historia espejada, de palimpsesto (véase el encuentro de Jay con el estudioso alemán y su charla sobre el genocidio de la raza india).

Slow West 3 Michael Fassbender Silas

Sin duda, no es Maclean el primero en emplear un género tan acotado como el western para llevarlo a su terreno; ahí está el (irregular) remake de Valor de ley (2010) de los hermanos Cohen para probarlo, o la reformulación cachonda y vigorosa del italowestern a cargo de Quentin Tarantino con su Django desencadenado (2012). Pero Maclean da una pátina de lirismo y trascendencia a su historia que la acerca muchísimo más al ensayo metafísico contenido en Dead Man (1995) de Jim Jarmusch.

Slow West 6 Mushroom seta hongo

Y es que, como en esta joya del realizador de Ohio, la trama queda reducida a mínimos en favor de la atmósfera y el retrato de los personajes; para ser exactos, de la relación de amistad que se establece entre los dos protagonistas, uno idealista (aquí, un joven lord escocés) y el otro, descreído (un cazarrecompensas). Aunque este tipo de pareja dispar de buddies es recurrente en la mitología del far west –pienso, por ejemplo, en Dos cabalgan juntos (1961) de Ford–, Maclean, como ya hiciera Jarmusch, los vincula a través de elementos tan insólitos en las películas de género como la poesía, la angustia existencial, la espiritualidad panteísta o el onirismo visual.

Slow West 7 Jay Rose

Es en este sentido que se esclarece la declaración del propio director de asociar su filme a Bergman, Buñel y Bresson; siendo una cinta infinitamente más diáfana que cualquiera de la de estos tres autores, Slow West también reflexiona sobre el sentido de la vida desde sus regiones oscuras, para saldar su especulación con un optimismo moderado, puesto que, citando a Murakami, “si uno es capaz de amar con todo su corazón ni que sea a una sola persona, la salvación es posible en la Tierra.”

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