«El Levante» de Mircea Cărtărescu

Para afrontar un análisis ponderado de una obra tan radicalmente libre como El Levante (v. gr. “Ya está, me encuentro en el umbral con todos los que se han mantenido íntegros, dulces compatriotas míos, pues mi país es la Libertad.”), es imprescindible hacer referencia, primero, a elementos extraliterarios o, mejor dicho, dado el carácter omnímodo y poliédrico de la misma, a cuestiones secundarias que permitan comprender la magnitud de un texto que a simple vista puede parecer un mero divertimento intelectual pero que, paulatinamente, entre giro sorpresivo, juegos metaliterarios, referencias cultas y abigarramiento expresivo, va revelando un poso cargado de sutiles reflexiones metafísicas y artísticas.

Valaquia Rumanía 2

Mircea Cărtărescu, novelista, cuentista, ensayista y, especialmente, uno de los poetas rumanos de nuestros días con mayor prestigio, llevó a cabo entre 1987 y 1990 este inmenso poema épico de 7.000 versos. Pieza adscrita, pues, a un género anacrónico, y por tanto totalmente a contracorriente de su contexto inmediato, contra todo pronóstico pronto cosecharía amplios elogios en su tierra, hasta obtener el Premio de la Unión de Escritores Rumanos en el año de su publicación. Con el tiempo, Cărtărescu reescribiría la obra en formato prosístico para facilitar su comprensión y, sobre todo, su traducción.

Mircea Cartarescu 2

Y es precisamente su versión en prosa –integrada, eso sí, por múltiples digresiones en verso– la que la editorial Impedimenta, mediante la prodigiosa traducción de Marian Ochoa de Eribe, ha tenido el buen gusto de poner a disposición del público en lengua castellana.

"Paisaje de Valaquia" de Bohumir Jaronek

«Paisaje de Valaquia» de Bohumir Jaronek

El Levante se trata de una obra marcada por dos universos antitéticos y que, sin embargo, configuran la materia prima de la misma: de un lado, se encuentra la realidad que rodeaba al escritor en el momento de crearla, entonces profesor en una escuela de barrio de Bucarest, un entorno marcado por las estrecheces económicas, la represión dictatorial y la miseria espiritual. El autor, desencantado como cualquier intelectual sumido en semejante panorama, empleó la creación de El Levante como fuente de escapismo pero, sobre todo, como complejo e ingenioso artefacto para reflejar, interpretar y criticar, de manera entre poética, histórica, onírica y cómica, el presente de su país eludiendo la censura (v. gr. “¡Sí, quiero ciencia comprometida; sí, quiero arte comprometido!”); un país, recordémoslo, sumido en una dictadura comunista que parecía eterna y que, sin embargo, se hallaba a las puertas de un estallido de violencia que propiciaría la caída del régimen en 1989 (v. gr. “[el] sueño [del déspota] es delicado como el vaho de las aguas que se enreda en las ramas de los cauces cuando llega el alba. Los dueños de ese mundo, esos que han querido dominarlo eternamente, pasan y se los traga el polvo, pasan y no dejan huella alguna en la tierra.”).

Mircea Cartarescu Levantul Humanitas

Por otro lado, la obra es epítome de posmodernismo, como de hecho ya indica el propio narrador-autor de la misma al hablar del final de Y la nave va de Fellini (v. gr. “El procedimiento es posmoderno, así que lo utilizaré también yo”). Y es que El Levante toma como punto de partida el pastiche de la literatura británica practicado por James Joyce en el capítulo “Los bueyes del sol” de su Ulyses y, a partir de aquí, emplea dicho mecanismo para integrar la propia literatura occidental en general, y la rumana en particular, en una epopeya homérica a medio camino entre la Odisea –por el deambular a lo largo de los exóticos paisajes del Mediterráneo oriental de un variopinto grupo de conjurados contra la tiranía otomana– y la Ilíada, al tomar como punto de partida una anécdota histórica concreta: las revoluciones sociales que se vivieron en Valaquia (antigua región al sur de Rumanía) durante la primera mitad del siglo XIX.

Valaquia 3

Según lo expuesto, y aquí es donde radica la intensidad de la experiencia de sumergirse en la lectura de El Levante, Cărtărescu no duda en darle una mirada actual a este universo fantástico y heroico, de forma que, junto a una atmósfera y una trama acumulativa propias de una novela bizantina, le suma personajes característicos del folletín romántico (el taimado pirata Yogurta, el idealista poeta Manoil, la intrépida revolucionaria Zoe…), además de un estilo sensual y rico, con un desbordado lirismo que entremezcla notas simbolistas, surrealistas e impresionistas (v. gr. “Apacibles medias lunas de oro se bañan en olas de lapislázuli”, “los sueños son féretros en los que, encerrado en vida como el gusano en su capullo de seda, tejes camisas con alas en la espalda a partir de la lana de tus pestañas cerradas” o “en la tierra hay automóviles y, en el agua, batiscafos”), y en el que irrumpe con un efecto a menudo hilarante, un prosaísmo inesperado, del cual es mejor no dar ejemplos para no desvelar al lector un potente giro argumental del libro.

Bucarest

En las páginas de El Levante, en consecuencia, el ideal literario y el mundo “verdadero” colisionan para dar lugar a una realidad superior, la de la palabra (v. gr. “todo es un embrollo de letras, parodia, escritura. Si un amor desgraciado te desgarra, es tan solo una figura retórica, un adorno que Dios pone en las páginas del libro para quién sabe qué simetría del relato”), y más allá, la de su quintaesencia y sublimación, la poesía, que el propio volumen compara con el concepto de “holón” de Arthur Koestler (v. gr. “Todo es escritura, / Todo es holón, / Mundos planos se entrecruzan / Para formar mundos redondos”): un sistema de sistemas donde todo se condensa, tan similarmente al aleph borgiano, lo que explica el hipnótico desenlace de la pieza, trazado como las ondas circulares de una piedra al caer en un estanque de forma infinita…

Mircea Cartarescu 3

Y si traigo a colación al maestro argentino no es en vano, pues Cărtărescu no solo le cita explícitamente al principio del Canto Segundo, sino que el volumen está repleto de referencias a espejos, laberintos, esferas mágicas y jardines. Porque es Borges, junto a Pirandello y a Niebla de Unamuno (también mencionados a lo largo del discurso), quienes tienen la clave de un texto que aglutina con tan fresco descaro como belleza extrema conceptos y figuras tan dispares como La guerra de las galaxias, Novalis, Mifune, la Biblia, el Che Guevara, Safo, Jung, el sufismo, Rimbaud, Los hermanos Jderi, Rodin, Heisenberg, Baltrušaitis, Cortázar y un largo etcétera.

Rumanía Constanza

Innovador y diferente, crítico y divertido, El Levante son doce cantos impregnados de ironía y humor pero también de melancolía (v. gr. “Hombre, piensa un poco: tú también brillas bajo el polvo de estrellas para luego, de vuelta a la oscuridad, ser devorado por la eternidad. Nuestras almas son tristes rosetas de mina, oscuras, encendidas para nadie y apagadas de nuevo para nadie, que derrochan en vano tanto trabajo y tanto esplendor.”), donde únicamente el arte redime al ser humano de su futilidad (v. gr. “¿Qué sería de mí si no existieras tú, fantasía alada […]? ¿Qué sería de mí si no escribiera El Levante, si no ansiara el trono desde el que el Metatrón vigila los mundos ilusorios? […] Déjame esculpir un mundo, aunque sea en halva y en caramelo, ciega fantasía… De lo contrario, no sé para qué vivo.”). Y no solo lo hace con el artista –el escritor en este caso–, sino que el lector, invocado constantemente en la obra (v. gr. “¡Lector o lectora (viejo canoso o señorita) que me lees esta noche a la luz del candil”), también es sublimado, trascendido, inmortalizado, por el poder creador del Verbo. Sencillamente, imprescindible.

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